La monitorización fetal antes del parto, ¿para qué sirve?

Cuando se acerca la fecha del parto a las mujeres les toca «ir a monitores» o «hacerse monitores», ¿de qué se trata? La monitorización fetal antes del parto es una prueba prenatal indolora que se realiza para controlar el bienestar del bebé al final del embarazo.

Mediante la monitorización gráfica del latido cardiaco del bebé y de la actividad uterina de la embarazada (se registran los movimientos fetales), se comprueba que el bebé está bien. Se trata de una prueba indolora que se realiza en los hospitales o clínicas ginecológicas, normalmente a partir de la semana 38 o 39 y hasta el momento del parto, que es cuando la salud del feto puede comprometerse.

La monitorización comprobará que el funcionamiento placentario y la oxigenación fetal son adecuados y además si lo realiza el ginecólogo se suele aprovechar para hacer una ecografía y/o un examen de la madurez del cuello uterino, el estado de borramiento del cuello del útero.

¿En qué consiste la monitorización fetal preparto?

Para hacer la prueba la futura mamá se coloca en una camilla acostada o semisentada, con unas «correas» o cintas elásticas sobre la barriga que llevan incorporados dos transductores: uno para controlar el latido del feto y otro para analizar la actividad uterina. El análisis dura unos 30 minutos.

En este tiempo se va grabando un gráfico que anota todos los datos gracias a los cables que unen los traductores a los monitores, las pantallas donde también podremos ver la actividad. En algunas ocasiones nos piden que pulsemos un botón conectado al monitor cada vez que notemos que el bebé se mueve.

El bienestar fetal puede ir indicado por una frecuencia cardiaca de entre 120 y 160 latidos por minuto y aparecen cinco o más movimientos del bebé en esa media hora que dura la monitorización. Los movimientos se aprecian también por el aumento momentáneo de frecuencia cardiaca.